Logo
Revista Americana Título

Editorial del catálogo de la muestra Revista Americana, 2008.

Estimados Lectores:

Revista Americana trata de ciertos personajes que son algo más que ficción para nosotros. Nos causan tantas dudas como gratificaciones. Si bien estamos interesados en el análisis sociopolítico que han hecho de la cultura popular “americana” autores como Ariel Dorfman y Armand Mattelart, no pretendemos ser aquí su ilustración. Eso sería muy aburrido, y si hay algo que no cabe en Disneylandia es el aburrimiento. En efecto, como millones de lectores en el mundo crecimos acompañados de historietas y dibujos animados, y no por el hecho de dilucidar sus ahora trasnochadas implicancias políticas han dejado de fascinarnos. Todo lo contrario. Como artistas visuales asumimos nuestra primera formación estética en los medios de comunicación, antes que en cualquier academia de arte. Queremos re-descubrir nuestro imaginario, ampliar sus potencialidades estéticas y conceptuales. Que Ironman o el Pato Donald sean emisarios del capitalismo es un rótulo que ya les quedó demasiado chico. No te puedes quedar ahí. Es mucho más interesante el hecho de que Robert Crumb, por ejemplo, se haya sentido en algún momento atraído sexualmente por Bugs Bunny ¿Qué pudo desencadenar semejante atracción? Para nosotros un conejo o un superhéroe son fantásticos por como se ven, luego por lo que representan. El arte y la política van en ese orden. Dorfman y Mattelart -con visión de rayos X- nos revelaron estratos ocultos de Disneylandia, sin embargo parecían no ver la maravillosa línea, la forma y el color, la sensualidad de todo aquello. Este trabajo está dedicado a esa compleja sensualidad tan propia de los comics y los dibujos animados. El otro extremo es el Arte Pop. Los artistas Pop no sabían mucho de historietas. No pretendían elevar el cómic a la categoría de arte, todo lo contrario, reconocían el mismo nivel de potencia estética en una viñeta y en una caja de detergente. Nos gusta el Pop, pero no nos consideramos artistas Pop o Neopop. Nos carga Lichstenstein. Nos gustan Óyvind Fahistróm, Erró, Mignola, Arturo Herrera, Jack Kirby, Philip Guston y el bueno de Mel Ramos. Nos gustaría conocerlos en persona, ser amigos. Pero eso es imposible, algunos ya están demasiado lejos. Entonces nos contentamos con ser amigos de sus obras, de sus criaturas. Para nosotros, las creaciones de Walt Disney y Stan Lee son fenómenos intensos en su doblez. Sensacionales como efectos de superficie y como substrato psicológico. No es fácil conciliar estos aspectos. En eso estamos. Estamos en otra. Somos un dúo dinámico. Nos ubicamos en un espacio móvil entre “cultura popular” y “alta cultura”. No es una posición estratégica, es una condición natural-artificial. Nos concentramos en fenómenos que afectaron nuestra subjetividad, que cambiaron nuestra manera de ver el mundo. Los tomamos y ponemos en crisis porque ellos nos tomaron y pusieron en crisis a nosotros. Nos implican emocionalmente, nos han acompañado desde siempre. Si estamos interesados en Clarabella o en el Increíble Hulk como fenómenos artísticos, es porque antes les declaramos el amor desde la pura fascinación. Somos fieles a ese amor. Crecimos juntos para bien y para mal. Así, nos ubicamos entre la realidad y la ficción. Otorgamos igualdad de oportunidades a lo real y lo fantástico. Estamos compuestos de ambas circunstancias. Estamos caminando con ropa interior de colores por una Disneylandia en mil pedazos.

Volver al listado